Ejercicios prácticos para potenciar tus habilidades emprendedoras

Para ayudarte, hemos consultado con expertos y libros y hemos extraído los mejores consejos y ejercicios para que no te anquiloses.

Creatividad

Ser creativos pasa por ser capaces de ver la realidad de otra manera y de encontrar soluciones donde otros a veces han tirado la toalla. Para un emprendedor es una cualidad de las más valoradas en los procesos de selección de los headhunters. Ahí van algunas de las propuestas:

Más allá de las apariencias. Utiliza un objeto de uso diario –por ejemplo, una botella de agua– e imagina para qué otros usos puede servir: para beber su contenido, para guardar líquidos, para coleccionar… Puedes hacerlo en grupo, con tus hijos o con tus amigos.

Ejercita la memoria fotográfica. Observa un libro, cierra los ojos y trata de visualizar su portada con todo detalle. Si no puedes la primera vez, abre los ojos y observa el libro y vuelve a intentarlo, así hasta que consigas obtener una imagen nítida. Esto puedes hacerlo con cualquier objeto. De esta manera, estarás ejercitando tu mente para formarte imágenes.

Vive una aventura. Abre un mapa y enumera las carreteras que están próximas a donde te encuentras, tira los dados, sigue la que te hayan indicado los números e improvisa: es decir no reserves nada, no planifiques nada, organiza sobre la marcha dónde comenzar, incluso, si eres más atrevido, donde dormirás. Con la condición de no perder los nervios. Debes involucrar a todos los que participan en ella sin introducir presión. Con esta actividad, además de la creatividad, favoreces el desarrollo de la capacidad de adaptación, de flexibilidad y de gestión de crisis.

Utiliza el ‘brainstorming’ para decidir el plan del día: organiza una sesión de tormenta de ideas con tu familia para planear la jornada y te sorprenderán las propuestas.

Pensamiento lateral. Aprovecha la facilidad que tienen los niños para desarrollar el pensamiento lateral y juega con ellos a identificar diferentes formas en las nubes o en las piedras…

Intuición

La intuición está muy presente en la empresa y en la vida cotidiana. Está presente en todas las personas y sus mensajes suelen ser tan valiosos o más que los del consciente. Aprender a escucharlo es sólo cuestión de práctica. Te proponemos dos ejercicios para abrir el canal de comunicación.

Ejercicio 1

El cerebro sigue funcionando incluso en los momentos de aparente descanso. Por eso, una vez que hemos cambiado nuestra actitud ante lo que vemos y cuando ya hemos aprendido a ver más allá y a verlo de manera diferente, lo importante es dejar a nuestra mente trabajar. Michael Michalko, el autor de Thinker Toys, lo llamaba dejarlo incubar y proponía un programa de acción muy concreto:

Identifica el problema. En nuestro caso, sería identificar una necesidad insatisfecha o una gestión ineficiente.

Prepárate recogiendo toda la información y literatura al respecto, observando, siendo creativo y analizando todo lo que está alrededor. En definitiva, absorbiendo toda la información que podamos.

Da instrucciones. Michalko propone algo tan sencillo como dar instrucciones al cerebro para que encuentre la soluciónal problema: “Termine diciendo: de acuerdo, encuentra la solución a este problema. Volveré a buscar la respuesta dentro de dos días”.

Incuba. Olvídate del problema durante un tiempo. Déjalo reposar en tu cabeza sin volver a él para nada. La incubación debe producirse y lo hará.

¡Eureka! Pasado un tiempo, que puede ser largo o corto, minutos, días o meses, la respuesta se produce.

Ejercicio 2

La intuición se encuentra en el inconsciente, se nutre de toda la información que vamos recopilando y almacenando en nuestro cerebro. Para entrar en contacto con esa parte más oculta de nuestra personalidad y escuchar a nuestra intuición te proponemos este ejercicio en el que hemos tratado de reunir lo mejor de las propuestas de dos expertos:

Dedícate unos minutos a ti mismo. Escoge un momento del día en el que sea más fácil que no te interrumpan. Elige una postura cómoda. Si estás sentado, no cruces las piernas y apoya los brazos cómodamente sobre las piernas o sobre los reposabrazos de la silla, si los tiene. Si prefieres caminar, hazlo. Lo importante de este momento es que seas capaz de olvidarte del resto del mundo y concentrarte en ti mismo durante 20 minutos.

Relájate. No hace falta que cierres los ojos ni que realices ningún ejercicio especial de respiración. De lo que se trata es de que seas capaz de conectar con su interior. Imagínate en un entorno placentero y relajante donde te gustaría estar y concéntrate en lo que estás viendo: un bosque, el mar… Trata de visualizarlo de la manera más realista posible.

Interrógate. En ese estado hazte alguna pregunta concreta sobre los asuntos que te preocupan o bien deja que ese problema llegue a tu mente de manera espontánea.

Desactívate. No hagas nada, no intentes encontrar una solución o una respuesta a tu pregunta. Simplemente deja que tu mente fluya libremente. A lo mejor surgen nuevas cuestiones, empiezas a divagar o surgen pensamientos enigmáticos o incluso tienes la sensación de quedarte dormido. No te preocupes, la mente sigue trabajando. Si lo prefieres, puedes pensar en una hoja en blanco que hay que rellenar, una pizarra o cualquier otra superficie donde se pueda materializar una idea o una palabra.

Materializa las ideas. Pasados 20 minutos, anota todo lo que se te haya venido a la mente, pueden ser símbolos, palabras inconexas, es indiferente. No trates de analizarlas en ese momento. Déjalo reposar en tu cabeza y en tu ánimo, pero mantente receptivo: la respuesta puede llegar en cualquier momento y de la forma más insospechada.

Otros ejercicios

Pruebas cotidianas. Para quienes no tienen paciencia, sirven las pequeñas pruebas como coger el teléfono y probar a adivinar si es hombre o mujer quien llama, conocido o desconocido, si son buenas o malas noticias o, simplemente, indiferentes… y anótalo para ver cuántas veces has acertado.

Jugar con el inconsciente. Juega con tus hijos a adivinar el color del próximo coche que verán desde la puerta o cuando vayan en carretera y contabiliza los aciertos. Son juegos aparentemente banales que sin embargo contribuyen a fomentar el contacto con el inconsciente. También se puede hacer anotando todos tus sueños cuando te levantes, como, según cuenta la leyenda, hacía la matemática M.G. Anessi.

Autorízate a imaginar que tienes el 100% de razón en todo lo que sientas intuitivamente, fíate de tus intuiciones, anótalas o grábalas y comprueba cómo se desenvuelven las cosas. Se trata de no dejar escapar los mensajes que manda el subconsciente.

Comunicación

En la comunicación tan importante es saber decir como saber callar. La estrategia del silencio es a menudo mucho más útil que cualquier otra porque empuja a nuestro interlocutor a llenar ese vacío hablando y contando cosas: un torrente de palabras en el que puede descolgarse información interesante.

Escuchar bien

Saber escuchar no es nada fácil: pasa por tener paciencia y permitir al otro que finalice su argumentación y, como defiendía Morey Stettner en su libro Habilidades para nuevos directivos, pasa por asumir que “se escucha para comprender, no para estar de acuerdo”: esto implica desterrar algunos de los errores más habituales en las comunicaciones, como la autodefensa, la contrarréplica o la susceptibilidad cuando oímos algo que no nos gusta. Estas tres actitudes nos empujan a interrumpir la exposición del otro, poniendo en peligro el éxito de la comunicación. Algunos trucos para escuchar bien:

Paciencia. Cuenta hasta tres antes de intervenir en una cuestión o dar tu opinión. Así dejarás un margen de tiempo para confirmar que el otro ha acabado su exposición.

Repite sus argumentos. Confirma que has comprendido lo que te están proponiendo, parafraseando la argumentación de tu oponente.

Aliéntale para que continúe. Anima a tu interlocutor a seguir hablando con expresiones de aliento como “entiendo”, “claro”, “continúa” o con movimientos afirmativos de cabeza o gestos de asentimiento.

Comunicar bien

Para practicar esta cualidad, enrólate en todas esas actividades de verano que te obligan a hablar en público. Por ejemplo, un sorteo en el hotel, la presentación de un acto benéfico, ofrécete a dar charlas sobre temas que manejes en el centro cultural de tu pueblo… Y pon en práctica estos consejos:

Asumir errores. Exprésate con naturalidad. Piensa que a la gran mayoría de las personas les cuesta mucho hablar en público y normalmente tienden a ser condescendientes con quien está en la platea.

Ante el miedo escénico… Caben dos opciones: una que mires siempre hacia un punto indefinido en el fondo de la sala, de manera que no puedas distinguir las facciones de los que tienes cerca. Otra, la contraria: fíjate en alguien que te mire con atención y dedícale una buena parta de tu charla, hasta que se pase el miedo.

Para evitar los tartamudeos… Existen muchos trucos de colegial que resultan bastante efectivos, como evitar el uso de palabras que empiecen con ‘b’ o ‘p’, que son las que provocan mayor atoramiento, o contar hasta tres antes de hablar, inspirar profundamente cuando se produce el bloqueo…

Quedarse en blanco. Es el gran temor de cualquier orador. Es un peligro del que no se libra ni el más experto conferenciante y para el que no existe ninguna receta mágica. El único consejo que podemos darte, además de recomendar calma y relajación durante el trance, es que procures llevar anotadas en un papel las ideas más importantes y tenerlo siempre a mano. A los oyentes les importuna menos una rápida mirada a las notas manuscritas que un ponente azorado.

Un ejercicio práctico

Grábate en vídeo y analízate. Comprueba los gestos de tus manos, cuántas veces te rascas la cabeza o te tocas alguna parte de la cara, la velocidad de tu alocución, el énfasis, la vocalización. Si puedes contar con alguien de confianza pregúntale si hay mucha diferencia entre cómo te expresas en el vídeo y cómo hablas normalmente.

Liderazgo

Wiston Churchill, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, John F. Kennedy son algunos de los principales líderes del siglo XX: carismáticos, inasequibles al desaliento, optimistas y, sobre todo, positivos. ¿Cuáles son las técnicas utilizadas por estos y otros líderes?

Desarrolla el pensamiento positivo. Acostúmbrate a ver siempre el vaso medio lleno: cuanto más positivos somos y más dispuestos a ver el lado bueno de las cosas, estamos mejor, reaccionamos ante las cosas y menos estrés generamos pero, sobre todo, menos temores afrontamos. Está demostrado que los niños esquían bien, no porque estén más próximos al suelo, sino porque no tienen conciencia del peligro y, por tanto, no sufren el miedo que nos paraliza y nos bloquea a los mayores. Seguro que este verano se presentan múltiples ocasiones de practicar esta máxima: que habías planeado ir al mar y llueve, pues visita los museos de la ciudad… En definitiva se trata de transformar un problema en una oportunidad.

Motiva a tu gente. Felicítales cuando hagan algo bien, así elevarás su autoestima. Las personas funcionan mejor cuando se sienten a gusto consigo mismos y no cuando son continuamente criticados. Si yo estoy bien conmigo mismo y con un equipo, soy proactivo y tengo un equipo preparado, puedo afrontar cualquier circunstancia que se me ponga por delante. Navegar es una buena táctica de entrenamiento de la capacidad de liderazgo y del trabajo en equipo porque cada uno debe asumir su papel y nadie es menos que nadie, sin olvidar que en un barco siempre hay un patrón.

Organizar actividades. Por ejemplo, una excursión a la montaña: tendrás que poner en practica varias actividades, como la planificación (escoger la ruta más indicada, elegir el día, observar la meteorología), gestión de recursos (avituallamiento, equipaje, infraestructuras), motivación (convencer a las personas para que participen y se entusiasmen con la idea), gestión del tiempo (necesidad de marcar muy bien el itinerario para poder llegar al refugio en el horario establecido) y gestión de incertidumbre (qué hacer si falla la meteorología).

Recurre a la empatía. Trata de ponerte en el lugar del otro. Después de una conversación con unos amigos, comenta con alguien de confianza que también haya participado cómo han percibido el estado de ánimo unos y otros y haced puesta en común de lo percibido por unos u otros.

Delega. Si has conseguido desconectar el móvil y el portátil, ya has hecho un gran avance en este terreno. Si no es así, prueba a practicar el arte de la delegación. La máxima de Napoleón, divide y vencerás, es perfectamente aplicable al arte de delegar: delega y vencerás, es como si dividieses las grandes tareas en otras pequeñas y, de esta manera, conseguirás vencerlas. Aprovecha que estás de vacaciones y delega en tus hijos determinadas tareas de la casa, de manera que durante el tiempo que esten fuera cada miembro tenga asignada una obligación: por muy mal que lo haga no la asumas tú, aprende a indicarle con tacto cómo mejorarlo pero no intervengas directamente.

Gestión del estrés

Winston Churchill fue un ejemplo emblemático de alguien capaz de superar las crisis: el bombardeo alemán sobre Londres, en un principio, pareció inclinar la balanza hacia los germanos y, sin embargo, el temple y la frialdad del primer ministro británico permitieron superar la crisis. Pero también los deportistas de élite son un buen ejemplo de cómo gestionar los momentos de máxima tensión. Observar a Rafa Nadal en un partido de tenis es una lección asombrosa: aunque vaya perdiendo, no baja la guardia nunca, no afloja la presión sobre el contrincante y, sobre todo, no tira la toalla. El resultado es que casi de forma invariable consigue dar la vuelta al partido a mitad de juego, sobreponiéndose incluso a la presión en contra de las gradas. Te proponemos actividades y consejos muy oportunas para ayudar a gestionar el estrés y el miedo:

Deportes de riesgo. El sky surf, una disciplina similar al wind-surf pero en la que se sustituye la vela por una cometa gigante, es una experiencia única que te permite hacer piruetas imposibles sobre el agua, pero que te obliga a mantener tu miedo bajo control porque exige absoluta frialdad, atención y autocontrol. Otras opciones todavía más atrevidas son el parapente, el ala delta, el puenting o el vuelo sin motor: exigen el máximo de concentración y sangre fría porque el participante no puede equivocarse. La escalada es también una buena manera de practicar la gestión de incertidumbre, del cambio y la confianza en tus compañeros, ya que todos dependen de la cordada.

Actividades con animales. La equitación o la cetrería son dos actividades que exigen unas considerables dosis de autodominio y autoconfianza. Conseguir que el animal obedezca nuestras órdenes, romper las barreras que nos separan de ellos nos obligan a no distraernos y gestionar el propio miedo que le puede infundir el animal, derribar las barreras que pueda levantar hacia nosotros y transmitirle nuestra confianza sin palabras, algo que se revela fundamental en el mundo empresarial. La cetrería requiere mucho más tiempo que unas vacaciones, pero sí puedes aprovechar tus días de descanso para montar a caballo. Repite la actividades dos o tres veces por semana y comprueba los avances que vas consiguiendo con el animal.

Relájate. El estrés es acumulativo y en la vida cotidiana vamos sumando situaciones que nos producen estrés hasta que llega el momento en que perdemos los nervios y saltamos y, cuando lo hacemos, normalmente damos más información de la que querríamos haber dado y lo hacemos con quien no se lo merece. Existen muchas formas de relajación, a través del yoga o de las técnicas de relajación guiada, inducidas por CD, por ejemplo. En la playa, déjate flotar en el agua, deja la mente en blanco. Intenta alargarlo cada día un poco más para desarrollar la confianza en el entorno y en ti mismo.


Sé resiliente. La resiliencia es la capacidad para sobreponerse a los obstáculos y al estrés, está muy relacionada con el desarrollo del pensamiento positivo pero va más allá porque implica, sobre todo, un cambio de guiones personales y un ejercicio de autocontrol: controlar nuestro genio, aprender y gestionar los errores, desarrollar la comprensión hacia los demás o controlar esos nervios que perdemos… Un consejo: si eres propenso a la ira, la próxima vez que estés a punto de ponerte a gritar (con tu familia o en el trabajo), imagina que estás haciéndolo delante de tus suegros, de tus amigos o de tus jefes, verás cómo eres capaz de recriminar con más sosiego y mayor efectividad.

Negociación

Como reconocía Mercé Sala en su libro El encanto de Hamelín, “los líderes necesitan, ante todo, aprender a dialogar y negociar, teniendo siempre presente que el objetivo del diálogo y la negociación es el acuerdo”. Es decir, la estrategia del win/win, tú ganas/yo gano. Siempre que plantees las negociaciones en estos términos tendrás más posibilidades de salir airosos. Pon en práctica estos consejos:

Diseña dos listas. A la hora de negociar surgen conflictos de intereses entre las partes implicadas. Trata de identificar los intereses de cada parte y elabora una lista de lo que podrías denominar interés directo. A continuación, elabora una lista de los llamados intereses secundarios (descanso, distracción, desconectar del ruido…) y analiza qué otras alternativas puedes ofrecer a través de las cuales se consiga alguno de los intereses secundarios. Se trata de establecer un óptimo y un mínimo sobre los que estés dispuesto a trabajar y en función de ellos negociar: sirve para el mundo profesional y para la familia. Imagina que tu pareja te propone ir al cine a ver una película que no te gusta. Ese sería el interés directo o el objetivo explícito. Pero habría que analizar el interés secundario: desconectar un poco de los niños, divertirse. Plantéate entonces qué alternativas estás en disposición de ofrecer: ir al cine a ver otro tipo de película, sustituir el cine por un espectáculo, una cena romántica…

Gestión de conflictos. Cuando surja un conflicto, pide a cada participante que escriba de manera anónima su postura al respecto, intercambiar los papeles, leerlos cada uno y retomar el conflicto al día siguiente de manera más serena.

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