Cómo ser un emprendedor social y cambiar al mundo (sin morir en el intento)
Elegir el emprendimiento social como un camino de vida implica haber encontrado una forma de mejorar el mundo a través de los negocios y sentir una enorme pasión por generar un impacto positivo. Lograr lo anterior no es una tarea sencilla: requiere mucha visión, paciencia y disciplina, así como un conocimiento profundo de las necesidades del mercado y un entendimiento de cómo este modelo de negocio debe diferenciarse de las empresas tradicionales.
Sin embargo, a menudo las exigencias de este camino y los múltiples obstáculos a enfrentar pueden hacer de salvar el mundo una misión realmente agotadora. Los emprendedores sociales deben enfrentarse a un alto índice de cansancio y a sentimientos recurrentes de frustración, llegando en algunos casos incluso a tener un desgaste físico considerable.
De acuerdo con información de Fast Company, esta situación puede llevar a los emprendedores sociales a percibir daños en sus relaciones interpersonales, lo que se debe en gran medida a un fenómeno que el experto Heath Shackleford denomina “fatiga de la compasión”. Este fenómeno está íntimamente relacionado con niveles altos de frustración.
Este término se utiliza para documentar una disminución gradual de la compasión y suele ser común en terapeutas, enfermeras, psicólogos y personal de primera respuesta, es decir, personas que buscan generar un impacto positivo en su entorno. Los emprendedores sociales deben sumarse a esta lista y comenzar a atender sus necesidades emocionales.
A menudo los emprendedores sociales se encuentran de frente con los grandes problemas del mundo; conviven con la población más vulnerable y afrontan una terrible sensación que llega a jugar incluso en contra de su pasión: la incapacidad autodiagnosticada para generar un impacto positivo con la velocidad o la profundidad deseadas.
Más que en los resultados obtenidos, los emprendedores tienen la mirada puesta en las necesidades existentes y la estrategia a seguir para cubrirlas de la mejor forma posible, por lo que suelen tener expectativas demasiado altas sobre a dónde quieren llegar y pueden sentir culpa si sus planes no se cumplen como tenían pensado.
La sensación de que siempre es posible hacer más es frecuente en los agentes de cambio, lo mismo que la incapacidad de ayudar a todo aquel que lo necesita y el constante reto de hacer más con menos. Esto incrementa el deseo de involucrar a una mayor cantidad de personas y comprometer a profundidad a donantes, inversionistas, clientes y colaboradores con la misión que se han impuesto.
¿Cómo pueden los emprendedores protegerse de la fatiga de compasión?
1. Dedica algo de tiempo a ti mismo: seguramente has escuchado que si no cuidas tu salud y mantienes tu cuerpo fuerte, es muy difícil que llegues a tener la capacidad de ayudar a otros. Esto es definitivamente cierto, así que dedica tiempo suficiente a cuidar tu salud, dormir adecuadamente y adquirir excelentes hábitos de alimentación.
2. Mantén la perspectiva: es sencillo descartar las batallas que has ganado cuando estás siempre pensando en que estás perdiendo la guerra. Así que enfócate en reconocer tus propios éxitos y los de tus colaboradores: de esa forma te mantendrás motivado.
3. Sé proactivo: anticípate al agotamiento y genera estrategias que te permitan prevenir que padecimientos como el síndrome de burnout consigan entrar en tu organización.
4. Sé decidido: lo mejor que puedes hacer cuando te invade la frustración es, irónicamente, mantenerte enfocado y encontrar algo que te inspire a continuar. Los recuerdos de batallas ganadas pueden ser una excelente herramienta para ello, por lo que es buena idea mantenerlos visibles en tu organización.